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sábado, 7 de agosto de 2010

Y si hubiese sido verdad



… porque en el fondo de su alma sabía que aquello iba a ocurrir, sabía que la verdad no podía ocultarse eternamente y que cuando fuese desvelada, el vengador acudiría a su hogar para matarlo. Lo supo desde la noche en que hubo cometido el delito, un delito de traición e infidelidad, sin sangre, pero un delito al fin y al cabo. El crimen, aunque hubiese acontecido bajo el influjo del alcohol y dentro de la esfera de sus amistades, no dejaba de ser un crimen.

Se sentó en el sillón y dejó la puerta de la casa abierta. No podía cambiar el destino, la suerte estaba echada y las cartas a la vista de todos, incluso de Dios. Por ello, resultaba inútil pretender cambiar los designios del hado. Esperó, con los ojos clavados en la entrada del salón, a que su mejor amigo llegara. No tardó mucho. Siempre había sido puntual.

Cuando ambos se vieron, ni el traidor ni el inocente dijeron nada. Ni siquiera se escuchó una palabra de súplica o un gesto de perdón. Nada, ni preguntas ni respuestas. Tampoco un grito cuando su amigo le perforó la piel una y otra vez con un cuchillo de cocina. Murió en un completo silencio ante los ojos rojos del que había sido su mejor amigo, quien ahora observaba el cadáver acumulando en un mismo sentimiento el odio y los celos que sentía hacia él, y el amor y el deseo que sentía hacia ella: una hermosa jovencita que en aquellos instantes se encontraba en el Caribe, entre los brazos de un esbelto mulato. Nunca volvería a recuperarlos; ni a ella, que fue la chica que le habían robado; ni a él, que fue su mejor y peor amigo.

... entonces, oí la alarma del reloj. Y desperté.

Hubiese preferido no hacerlo.


Iraultza Askerria

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