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domingo, 5 de diciembre de 2010

Soneto II

Yo siempre deseé sabiduría.
Curiosa y muy tenaz era mi mente;
cualquier libro tomaba y absorbía
hasta entender su cátedra latente.

De ti me enamoré en oscuro día
y aún hoy eres el más inhóspito ente.
Por las noches proclamo: “todavía
no supe leer tu libro inherente”.

¿En qué lenguaje fuiste cincelada?
¿En qué alfabeto? ¿En qué idioma extraviado?
¿Cómo entender tu sílaba estampada?

Si me amas, no lo sé; ni si me quieres.
De tu boca no sé el significado;
impenetrable, oscura, ¡ignota!... eres.


Iraultza Askerria

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